En febrero, finalmente nos decidimos a regresar a la Cascada de Olaen, un lugar que ya habíamos explorado pero que deseábamos experimentar nuevamente. Nos aventuramos a explorar esta maravilla natural, con la expectativa de un día lleno de sorpresas y emociones.

Esta vez, optamos por llegar por el camino conocido como "por el peaje de Molinari". Aunque en estos momentos se encuentra en construcción debido al desemboque de la autovía, tomamos el desvío alternativo. Sin embargo, una vez que empezamos a subir y adentrarnos en la Pampa de Olaen, el terreno se convirtió en una verdadera maravilla. Nos sentimos inmersos en un contacto íntimo con la naturaleza, rodeados por la exuberante vegetación y el paisaje montañoso que nos rodeaba.

Al acercarnos a la cascada, el camino se transformó en un espectáculo por derecho propio. Cruzamos junto a una antigua capilla, y junto a ella se erigía un cartel que indicaba la dirección hacia la cascada. Una tupida vegetación de "colas de zorro" bordeaba la calzada, invadiendo en algunos tramos el camino.

Llegamos al predio cerca del mediodía, justo a tiempo para disfrutar de las instalaciones. Nos sorprendió descubrir que el costo de la entrada por vehículo era de $5000, pero estábamos dispuestos a pagar por la oportunidad de vivir esta experiencia única. El horario de visita era de 10 a 20 horas, así que teníamos todo el día por delante para disfrutar del entorno.

Una vez dentro, nos sumergimos en la majestuosidad de la cascada y nos maravillamos con cada uno de sus saltos de agua. El sonido ensordecedor y la frescura del rocío nos envolvieron, creando un ambiente mágico y revitalizante.

Después de un día lleno de exploración y aventura, emprendimos el regreso a casa. Optamos por volver por la ciudad de La Falda, que nos desembocó en la Av. Italia y luego en la Ruta 38 pasando por su hermoso cucú. Antes de partir, decidimos hacer una parada para merendar en la Avenida Edén, donde disfrutamos de deliciosas delicias locales y compartimos anécdotas sobre nuestra jornada en la Cascada de Olaen.

Con el corazón lleno de recuerdos preciosos y la mente llena de imágenes impresionantes, nos despedimos de este paraíso natural, con la promesa de volver a explorar sus maravillas en el futuro.
